lunes, 19 de julio de 2010

São Paulo de invierno

Se me acaba el último finde de "feiras" aquí en Brasil. El próximo ya estaré volviendo a casa. São Paulo ha sido mi destino, donde vive mi amiga Sabrina.
No tengo mucho que contar porque pienso más en Madrid que en otra cosa, ésa es la verdad. Ya queda menos de una semana y cuanto más cerca estoy de la vuelta, más deseo que llegue el día... Pero falta muy poco, se soportará.

Si hay alguna ciudad brasileña parecida a Madrid, ésa es São Paulo, y casi multiplicando por seis sus virtudes, dado el gentío que mora en este lugar (19 millones de seres humanos).
La sensación de albergar secretos en cada rincón es similar a la que desprende Madrid, y su oferta cultural es igualmente deslumbrante. Tras cada rascacielo espejo de otro rascacielo, se esconde una galería de arte alternativa, una tienda de discos empolvados o un café auténtico con sus salgadinhos salados, sus helados Garoto y sus cervezas Brama.

El sábado fuimos a ver una pieza de teatro, en una escuela de interpretación en el barrio de Santa Cecília (uno de esos
rincones perdidos...). Los estudiantes montaron "Así que pasen cinco años", de Lorca, sueño surrealista estilo Buñuel que, combinado con la bossanova (como "banda sonora") y la inocencia brasileiras, resultó con un aire demasiado infantiloide y cursi. Pero en cualquier caso, fue interesante ver tan original mezcolanza.

Y ayer visitamos el cine Belas Artes, y vimos un documental sobre Dzi Croquettes.
Dzi Croquettes fue un grupo de bailarines-teatreros que revolucionaron el Brasil de la dictadura con su espectáculo controvertido de plumas, colores y ambigüedad sexual. Consiguieron salvar la censura para seguir representando sus espectáculos tanto en Río de Janeiro, donde nacieron, como en el resto de Brasil y llegando hasta las grandes salas de cabaret parisinas. Tenían unos cuerpazos, y bailaban de una manera imposible. Ha sido realmente interesante conocer su historia.
Huelga decir que fueron un símbolo para el movimiento gay en Brasil en aquel momento. Aunque ellos no dejaron de decir en sus shows que no eran ni hombres ni mujeres, eran sólo "gente". Sí señores, así se habla.

Y mi visita a esta ciudad ha terminado con un agradable paseo por el parque Ibirapuera, pulmón de la ciudad y lugar de encuentro con los amigos. Hoy debía de tener una cara de soledad bonita, porque varias personas se me acercaron y hablaron conmigo. Entre ellas, un americano de paso por São Paulo, enviado desde Nueva York para poner en marcha una exposición de arte contemporáneo en Porto Alegre. John Robinette (o Juan Grifo) vivió en Valencia un año y desde entonces prepara paellas para sus vecinos de Manhattan (de arroz negro!!!). Con un café brasileño en mano, conversamos sobre política, música y arte, y de paso, nos curamos de nuestra soledad en medio de la inmensidad brasileña... Gracias, John! Cuando vuelva por Nueva York, me uno a ese plan de la paella (qué genial).







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