domingo, 4 de julio de 2010

O Rio de Janeiro continua lindo

Como dice la canción de Gilberto Gil, esta ciudad sigue siendo un paraíso terrenal. No me quiero ir de aquíiiiiiiii!!!!!!!!!!!!

Pues sí, aquí pasé mi finde, que terminó con un atardecer precioso en el Morro da Urca, que es la montañita en la que se hace una primera parada antes de subir al Pão de Açucar.

Subimos a pata, y el precioso paisaje que nos esperaba arriba hizo que valiese muchísimo la pena. El sol se escondió tras la playa de Botafogo, con el mar color plata plagadito de veleros.

Que me perdonen los brasilienses, pero esta ciudad no tiene comparación. No es difícil enamorarse de ella, con sólo pasear por sus calles estrechas, invadidas de vegetación, sus edificios coloniales, sus lanchonetes rebosantes de frutas de todos los colores, sus orelhões azules (cabinas de teléfono) y sobre todos su gente, desprendiendo frescura y naturalidad por doquier.
Dar paseos por la playa de Copacabana ha sido el mejor antídoto para mi estrés. Observar a la gente disfrutar del sol, del deporte (redes de voley, porterías y todo tipo de infraestructura para darlo todo en la arena), del agua de coco y del mar... ha sido simplemente genial. Hoy incluso me animé a bañarme, y aunque las olas sacuden fuerte, por fin he tenido la impresión de estar disfrutando de mi verano.

Junto a la playa está la avenida Atlántica, donde se pasea todo tipo de transeúntes en todo tipo de cariocas, acompañados de perros, cargados de neveras playeras y en todo caso, luciendo cachas y carnes morenas.

No importa que Brasil haya sido eliminada de la Copa, los partidos se siguen viendo con pasión en todos los rincones. Acurrucados frente a las televisiones de los kioskos, sobre todo los hombres, basta que Argentina pierda 4-0 frente a Alemania para que monten la fiesta. (De hecho, algunos reconocen sentir la misma felicidad al ver perder a los vecinos rivales).

La playa ha acaparado toda mi atención, pero también me quedo con el restaurante japonés en el que comimos ayer. Buffet libre de sushi, pescado crudo, sopas con tofu y miles de cosas más (todo ello con nombres impronunciables pero deliciosos en cualquier caso). Se nota la fusión japo-brasileña en la comida, ¿dónde si no encontrar un sushi frito de salmón con queso?

Y ese paseo desde el restaurante hasta el barrio de Ipanema, el más chic de la ciudad, y su playa, con las olas más grandes y por tanto la más surfeada.

Río, me has dado la vida, vuelvo siempre. Y mañana de madrugada, vuelo a Maceió, en Alagoas, donde pasaré mi cumpleaños. Veremos qué sorpresas me esperan allí...




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